DESMITIFICANDO AL MONSTRUO

sábado, 6 de marzo de 2010

CUANDO LOS QUE DEBEN SABER DE VIH NO SABEN

Alirio aguardaba en una silla apartada de la sala de espera a ser llamado por un prestigioso odontólogo de la ciudad, mientras que algunas miradas poco discretas alimentaban aquel repudio colectivo que apareció el día en que se confirmo su infección por VIH. La cita semestral acostumbrada estaba algo retrasada porque tardaron en llegar los insumos desechables de uso especial para pacientes infectados. Al entrar al consultorio notó mejores atuendos en aquel profesional respetado y aludido, el cual casi no reconoce por la careta, el tapabocas y el gorro que no usaba hace seis meses cuando no se sabía de su enfermedad. Su forma de atenderlo era sospechosamente meticulosa y comedida. El uso de doble guante parecía incomodarle, pero no lo desconcentraba ni impedía que realizara con experimentada técnica la limpieza de los dientes. En un acto reflejo por la profundización de la fresa, de la boca de Alirio salió un rocío de saliva sanguinolenta que fue a dar sorpresivamente a la porción de la frente del odontólogo que la careta dejaba desprotegida. El dentista salió de prisa y azorado a lavar su cara con alcohol yodado y dio por terminada la consulta sin dar explicaciones, para ir a la urgencia y registrar aquel catastrófico accidente biológico. Alirio salió alicaído del consultorio con media dentadura atestada de cálculos mientras la concurrencia del lugar, enterada de todo por la secretaria, lo miraba con aversión.

Han pasado más de 3 años de aquel indeleble suceso y en todo este tiempo no ha asistido al dentista, ha tenido un buen control de su infección por VIH y de lo único que padece es de caries. Leyendo el periódico vio una noticia que anunciaba la muerte de su antiguo odontólogo, al parecer víctima de SIDA por una de sus muchas amantes que le había sido infiel.

Esta situación no es tan descabellada como parece, el personal de salud en Colombia también hace parte de las víctimas del VIH SIDA y no precisamente porque sus pacientes los contagien (excepto aquellos con los cuales mantuvieron relaciones coitales). Pero el tema a colación no es la susceptibilidad del personal de salud frente al VIH por su contacto permanente con pacientes, el cual de hecho no está tan alejado al de una persona con otras ocupaciones y ya es muy bien conocido por las mayorías; el problema planteado radica en el desconocimiento o la mala aplicación de los conocimientos vagamente adquiridos y su impacto sobre la atención humanizada de los pacientes positivos.


Existe un terror generalizado a la hora de atender pacientes con VIH por temor al contagio y cuando llega uno de ellos a la consulta o a un procedimiento, la protección es extrema y la distancia médico paciente es la máxima; pero aunque suene paradójico los pacientes diagnosticados y en tratamiento pueden ser eventualmente menos contagiosos.

Lo que determina la probabilidad de contagio de un persona a otra es la carga viral del infectado, esto es la cantidad de virus que circulan en la sangre. Los ya diagnosticados, si están controlados, manejan cargas virales indetectables (muy, muy, bajas) puesto que este es el objetivo de tratamiento, pero los que no están diagnosticados (que es un porcentaje importante de la población) como no están en tratamiento manejan cargas virales exageradas y aun más cuando su contagio es reciente. Existe algo que se llama periodo de ventana, este periodo es cuando la persona está recién contagiada y el virus apenas empieza a multiplicarse alcanzado los niveles más altos de carga viral en todo la historia natural de la enfermedad; este periodo puede durar aproximadamente tres meses y la mala noticia es que durante este tiempo la prueba de Elisa es negativa. Se estima que por cada paciente que el médico atiende y que ya tiene el diagnostico de VIH, atiende otros cuatro que están en periodo de ventana o no saben que están contagiados, “el peligro” es inimaginable.


Hay otros conceptos que los profesionales en salud (médicos, enfermeras, odontólogos, auxiliares, etc.) no tienen en la cuenta y es que existen otras enfermedades que pueden ser más contagiosas que el VIH e igualmente con posibilidades de morir, como la infección por hepatitis B, otros virus, bacterias hongos, etc. No se aplica correctamente el precepto de que las normas de bioseguridad son para todos los profesionales, con todos los pacientes y con el mismo grado de protección.

Teniendo en la cuenta estos aspectos resulta absurdo y discriminante cuidarse más con un paciente VIH positivo que con uno que supuestamente no lo es, sin mencionar que es una actitud de extrema ignorancia del personal médico. Lo peor de todo es que sigue y seguirá pasando a pesar del amplio recorrido que se lleva con esta enfermedad y el alto impacto de la misma; continuaremos viendo doble guante para unos y cero guantes para otros, profesionales disfrazados de fumigadores y pacientes intocables.


AMIGABLEMETE:

ROCO

Medico disidente

Colectivo Calleshortbus

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